miércoles, 29 de diciembre de 2010

Benedicto XVI: La Iglesia debe hacer resplandecer la fe




 

La Iglesia debe hacer resplandecer la fe en el amor de Dios, destacó Benedicto XVI en la tradicional audiencia a los miembros de la Curia romana y de la Gobernación para la presentación de las felicitaciones navideñas.

En el discurso que pronunció este lunes por la mañana en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa quiso recordar algunos acontecimientos importantes del año que está ya acabando, entre ellos el Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio celebrado este año.

“Sobre la base del espíritu de la fe y de su racionabilidad, el Sínodo ha desarrollado un gran concepto de diálogo, de perdón y de mutua acogida, un concepto que queremos ahora gritar al mundo”, destacó.
Y añadió: “Así las palabras y las ideas del Sínodo deben ser un fuerte grito dirigido a todas las personas con responsabilidad política o religiosa para que detengan la cristianofobia; para que se levanten en defensa de los prófugos y de los que sufren y revitalicen el espíritu de la reconciliación”.
Para Benedicto XVI, “la curación podrá venir sólo de una fe profunda en el amor reconciliador de Dios” y “dar fuerza a esta fe, nutrirla y hacerla resplandecer es la tarea principal de la Iglesia en esta hora”.
Con los ortodoxos
En este contexto, el Papa recordó su viaje a Chipre y la “inolvidable la hospitalidad de la Iglesia ortodoxa que pudimos experimentar con gran gratitud”.
Respecto a las relaciones con los ortodoxos, indicó que “aunque la comunión plena no nos ha sido dada aún, constatamos con alegría, con todo, que la forma básica de la Iglesia antigua nos une profundamente unos a otros”.
En este sentido se refirió al “ministerio sacramental de los Obispos como portadores de la tradición apostólica, la lectura de la Escritura según la hermenéutica de la Regula fidei, la comprensión de la Escritura en la unidad multiforme centrada en Cristo y desarrollada gracias a la inspiración de Dios y, finalmente, la fe en la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia”.
“Así hemos encontrado de modo vivo la riqueza de los ritos de la Iglesia antigua también dentro de la Iglesia católica”, destacó, recordando las liturgias con maronitas y con melquitas, las celebraciones en rito latino y los momentos de oración ecuménica con los ortodoxos.
Deseo de paz
Sin embargo, añadió, “vimos también el problema del país dividido”. “Se hacían visibles las culpas del pasado y las profundas heridas, pero también el deseo de paz y de comunión como existían antes”, dijo.
Según el Papa, “sólo en el compromiso y en la comprensión mutua puede restablecerse una unidad” y “preparar a la gente a esta actitud de paz es una tarea esencial de la pastoral”.
Respecto a la situación en Oriente Medio, indicó que “en los desórdenes de los últimos años ha sido turbada la historia de convivencia, las tensiones y las divisiones han crecido, de modo que cada vez más con temor somos testigos de actos de violencia en los que ya no se respeta lo que para el otro es sagrado, sino que al contrario, se derrumban las reglas más elementales de la humanidad”.
“En la situación actual, los cristianos son la minoría más oprimida y atormentada”, declaró.
Reino Unido
En su discurso, el Papa también se refirió a la visita pastoral que realizó al Reino Unido del 16 al 19 de septiembre.
Exhortó a buscar una continua conversión a la fe en Dios y recordó la beatificación del cardenal John Henry Newman, del cual destacó la conversión “a la fe en el Dios vivo”.
Hasta el momento de esa conversión, explicó, “Newman pensaba como la mayoría de los hombres de su tiempo y como la mayoría de los hombres de hoy, que no excluyen simplemente la existencia de Dios, pero que la consideran como algo inseguro, que no tiene un papel esencial en la propia vida”.
“Lo que a él le parecía verdaderamente real, como a los hombres de su tiempo, era lo empírico, lo que es materialmente perceptible”.
En su conversión, destacó, “Newman reconoce que las cosas son precisamente al contrario: que Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituyen lo que es verdaderamente real, lo que cuenta” y “son mucho más reales que los objetos perceptibles”.
En ese contexto, “lo que hasta entonces le había parecido como irreal y secundario se revela como lo verdaderamente decisivo”.
“Donde una conversión semejante tiene lugar, no cambia simplemente una teoría, sino que cambia la forma fundamental de la vida -constató-. Todos nosotros tenemos siempre necesidad de esta conversión: entonces estamos en el buen camino”.



El Papa recordó después que “la fuerza motriz que le empujaba en el camino de la conversión, en Newman, era la conciencia”, pero no en su concepción moderna, para la cual “en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión”.
Según esta línea de pensamiento, “a lo objetivo pertenecen las cosas que se pueden calcular y comprobar mediante el experimento”.
“La religión y la moral se sustraen a estos métodos y por ello se consideran en el ámbito de lo subjetivo”, y en este campo podría decidir “sólo el individuo con sus intuiciones y experiencias”.
Según el Pontífice, la concepción que Newman tenía de la conciencia es totalmente opuesta.
Para él, de hecho, “'conciencia' significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer precisamente en los ámbitos decisivos de su existencia – religión y moral – una verdad, la verdad”.
“La conciencia, la capacidad del hombre de reconocer la verdad, le impone con ello, al mismo tiempo, el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentra”, continuó.

“Conciencia y capacidad de verdad y de obediencia a la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto”.

El de Newman es, por tanto, “un camino de la conciencia – un camino no de la subjetividad que se afirma, sino, precisamente al contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se abría a él”.
La conversión de Newman al catolicismo, prosiguió el Obispo de Roma, “exigía de él abandonar casi todo lo que le era precioso: sus bienes y su profesión, su grado académico, los vínculos familiares y muchos amigos”.
“Newman había sido siempre consciente de tener una misión hacia Inglaterra”, añadió, “pero en la teología católica de su tiempo, su voz apenas podía oírse” porque “era demasiado extraña respecto a la forma dominante del pensamiento teológico y también de la piedad”.
“En la humildad y en la oscuridad de la obediencia, tuvo que esperar hasta que su mensaje fuera utilizado y comprendido”.
Responsabilidad común
En su discurso, Benedicto XVI recordó el encuentro que tuvo con el mundo de la cultura en la Westminster Hall, “en el que la conciencia de la responsabilidad común en este momento histórico creó una gran atención, que, en el fondo, se dirige a la cuestión sobre la verdad y la propia fe”.
“Que en este debate la Iglesia debe dar su propia contribución, era evidente para todos”, afirmó.

Y concluyó esta cuestión citando a Alexis de Tocqueville, que “había observado que en América la democracia había sido posible y había funcionado porque existía un consenso moral de base que, yendo más allá de las denominaciones individuales, unía a todos”.
“Sólo si existe un consenso semejante sobre lo esencial, las constituciones y el derecho pueden funcionar -dijo el Pontífice-. Este consenso de fondo procedente del patrimonio cristiano está en peligro allí donde en su lugar, en lugar de la razón moral, se coloca la mera racionalidad finalista”.
“Combatir contra esta ceguera de la razón y conservar su capacidad de ver lo esencial, de ver a Dios y al hombre, lo que es bueno y lo que es verdadero, es el interés común que debe unir a todos los hombres de buena voluntad -añadió-. Está en juego el futuro del mundo”.
Conciencia

No hay comentarios:

Publicar un comentario