jueves, 14 de abril de 2011

Provocación de la esperanza

Dicen que la fe mueve montañas. La verdad es que hace algo mucho más difícil, nos mueve a la esperanza. Javier Sicilia es ejemplo vivo y contagioso. Javier es un poeta que, incluso cuando afirma que la palabra guardará silencio, hace poesía.
Desde el silencio del Sábado Santo, como él le ha llamado, nos provoca, nos propone una paternidad compartida sobre nuestros jóvenes, lo que sólo puede suceder si somos capaces de mirarnos a los ojos y reconocernos como miembros de una sola familia.
La paternidad compartida es posible por nuestra condición de hermanos e hijos. Javier nos propone renovar nuestra alianza original, que es muy del gusto de Dios, de este Dios íntimo revestido de poesía (como dice Javier) y que, en cada alianza cotidiana, hace crecer la familia hasta abrazarnos a todos y cada uno de nosotros.
Javier nos invita a mirarnos en silencio, reconocernos, emparentarnos y así, calladita, dejar que nazca la certeza de que la vida es sagrada, que para formar parte de esta familia basta con existir. Así, del silencio y nuestras miradas, brotarán tres palabras: ¡Ni uno más! Un breve poema exultante de vida. Es así que podemos afirmar:
Nunca más un hijo muerto por la violencia del crimen, un hermano criminalizado por las autoridades. Ni uno más.
Nunca más un hermano asesinado lentamente por las drogas, engrosando la cuenta de estas víctimas que ya nadie cuenta, muertos de soledad y olvido. Ni uno más.
Nunca más un soldado muerto, un policía, un guardia de seguridad, porque ellos también se mueren aunque nadie parezca darse cuenta. Ni uno más, porque también son nuestros hijos y hermanos.
Nunca más un hijo, un hermano, con el alma amputada para convertirse en sicario, en narcotraficante, secuestrador, cobrador de derechos, padrote, administrador, narcomenudista. Ni uno más.
Nunca más una víctima del tráfico de seres humanos, vendidos, esclavizados, heridos, prostituidos. Ni uno más.
Nunca más uno de nuestros hijos muerto en el seno materno, sacrificado en el altar de la corrección política, en cuya muerte se muere la esperanza de una madre. Nunca más, porque los dos merecen vida en abundancia, no la muerte, no la herida, no el olvido. Ni uno más, porque nuestra pertenencia a esta familia no depende de nuestro tamaño.
Ni uno más de nosotros cruzado de brazos, con el rostro oculto, sumidos en el silencio, muertos en vida, muertos de miedo. Nunca más.
La provocación de Javier nace de la esperanza, un espacio común a hombres y mujeres de buena voluntad. Precisamente por esto los cristianos tenemos una especial responsabilidad nacida de la caridad. Es tiempo de revivir nuestro bautismo, de recordar que en cada eucaristía se renuevan nuestros lazos de familia, que renace la alianza de Dios con la humanidad. Es tiempo de asumir que la Palabra es vida encarnada, que en el silencio del Sábado Santo se gesta la resurrección. Recordar que la justicia es una obligación de caridad, una condición necesaria para la paz. Nunca más olvidemos que la gloria de Dios es que el Hombre viva y que tenga vida en abundancia. Ni uno más.
jtraslos@unam.mx
www.razon.com.mx

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