jueves, 14 de abril de 2011

Los católicos en México

Abordar el tema de la religión siempre resulta delicado para cualquier periodista y más en el caso de México en donde la intolerancia y las animosidades están a la orden del día.
Los resultados del censo 2010 sobre la religión profesada por los mexicanos levantaron gran revuelo y algunas especulaciones de aparente mala fe que vale la pena analizar.
Más que hablar del alto número de mexicanos que profesan alguna religión -más de cien millones-o del avance de las iglesias protestantes, buena parte de las notas periodísticas se enfocaron a destacar un aparente desplome de miembros en la Iglesia Católica.

Efectivamente en el 2010 el porcentaje de católicos mexicanos bajó al 83.9% contra 88% del año 2000, esto es una reducción del 4 por ciento de acuerdo a los datos de los últimos dos censos.
Pero numéricamente en México existen más de siete millones de nuevos católicos toda vez que en el 2000 eran 85 millones miembros contra 92.9 millones del 2010.

Bajó el porcentaje pero sin afectar la cantidad total de católicos porque en estos diez años la población mexicana creció de manera importante al pasar en números cerrados de los 97.5 millones de habitantes a los 112 millones.
Resulta, pues, una vil farsa asegurar que más de un millar de mexicanos abandonaron diariamente la Iglesia Católica durante la última década tal como lo declaró el sociólogo e historiador Roberto Blancarte a una agencia internacional.
Lo realmente cierto, siempre y cuando los números del censo sean reales, es que muchos mexicanos decidieron abrazar otras religiones, en especial las evangélicas y protestantes, pero otros más optaron por no profesar ninguna religión.

En el primer caso el aumento de las iglesias protestantes no católicas pasó de unos 6.5 millones en el 2000 a 14 millones en el 2010, esto es un incremento superior al cien por ciento.
En el segundo caso el aumento fue también significativo al crecer de 2.9 millones en el 2000 a 5.2 millones el número de mexicanos que no profesan religión en el 2010. Hay además 3 millones de mexicanos que no especificaron ningún tipo de religión.

Los eternos enemigos de la religión católica aprovecharon estos números para irse con todo en contra de la iglesia que mantiene en México una mayoría abrumadora del 83.9 por ciento.
El historiador Blancarte no tuvo empacho en señalar que los católicos “están anquilosados y burocratizados” y que ni los viajes de Juan Pablo II a América Latina pudieron frenar la tendencia a la baja de creyentes “por lo que el catolicismo está destinado a ser abandonado”.

Antes de lanzar estos ataques habría que reflexionar más seriamente sobre lo que sucedió en México en el tema religioso durante los últimos diez años.
Sin duda la promoción activa de otras religiones permitió interesar a muchos mexicanos que quizás se decían católicos pero sin practicar en serio su religión.
En los últimos tiempos se ha registrado en México un auge de nuevas sectas e iglesias que realizan campañas intensas de proselitismo, algunas financiadas desde países extranjeros.
También influyó en los resultados del censo la apertura y libertad que goza México lo que impulsa a ciudadanos a expresar sin miedo su nueva filiación religiosa o incluso su no afiliación.
En décadas anteriores casi la totalidad de los mexicanos se declaraban católicos porque nacían en el seno de esa religión, pero a la hora de la verdad no eran fieles seguidores.
Sin duda las denuncias contra sacerdotes y religiosos por abuso sexual, así como el escándalo del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, afectaron la imagen de la Iglesia Católica aunque no existe certeza de que esto haya ocasionado un éxodo de feligreses.

En todo caso lo más doloroso para los católicos ha sido esa campaña incisiva y mordaz para intentar desprestigiar a una institución que tiene una historia de más dos mil años con beneficios enormes para la humanidad en todos los ámbitos de la vida tanto en México como a nivel mundial.
Decir entonces que el catolicismo en México está destinado al abandono es simplemente un deseo perverso de quienes buscan ganancias a río revuelto.
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Por José Santiago Healy Loera
diariosandiego.com

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