Santidad dentro del matrimonio.-¿Cómo no voy a bendecir el amor humano si lo ha bendecido el Señor y lo ha consagrado instituyendo un sacramento? San Pablo dice que es el sacramento grande, “sacramentum magnum” le llama.
El sacramento santo del matrimonio no es sólo un contrato, es a la vez contrato por el cual de dos carnes se hace una. Lo dice duramente la Sagrada Escritura, pero hermosamente. Y yo no puedo menos de amar ese amor humano que el Señor me ha pedido a mi que me lo niegue. A mi me lo ha pedido. Pero lo amo en los demás: lo amo en el amor de mis padres, lo amo en el amor vuestro, en el amor de los cónyuges entre sí. No te extrañe que yo bendiga ese amor, que ha consagrado el Señor con un sacramento que es sacramento grande.
Ahora, quereos de verdad. Y como os aconsejo siempre, marido y mujer, pocas riñas, eh. Más vale no enredar con la felicidad. Cedéd vosotras un poquito; él cederá también. Luego, delante de los hijos, no riñáis; que los niños se fijan en todo, que los niños forman enseguida su juicio. No saben que San Pablo ha escrito: “Qui iudicat Dominus est”, “Que es el Señor el que juzga”. Y ellos se erigen en señores aunque tengan 3 ó 4 años y piensan “mamá es mala” o “papá es malo”. Es un lío feroz, pobres criaturas. Qué tragedia… No hagáis esa tragedia en los corazones de vuestros hijos. Esperad un poquito, tened paciencia. Ya reñiréis. Cuando el chico esté dormido reñís. Pero poquito, sabiendo que no tenéis razón. Ya se os ha pasado el enfado, eh… se os ha pasado el enfado, y aquel de los dos que cree que tiene la razón le tiene que decir al otro: “Perdóname, porque verdaderamente soy impaciente, y te quiero con toda mi alma…” Y os dais un buen abrazo, hacéis las paces, unas paces muy sabrosas.
Ahora, quereos de verdad. Y como os aconsejo siempre, marido y mujer, pocas riñas, eh. Más vale no enredar con la felicidad. Cedéd vosotras un poquito; él cederá también. Luego, delante de los hijos, no riñáis; que los niños se fijan en todo, que los niños forman enseguida su juicio. No saben que San Pablo ha escrito: “Qui iudicat Dominus est”, “Que es el Señor el que juzga”. Y ellos se erigen en señores aunque tengan 3 ó 4 años y piensan “mamá es mala” o “papá es malo”. Es un lío feroz, pobres criaturas. Qué tragedia… No hagáis esa tragedia en los corazones de vuestros hijos. Esperad un poquito, tened paciencia. Ya reñiréis. Cuando el chico esté dormido reñís. Pero poquito, sabiendo que no tenéis razón. Ya se os ha pasado el enfado, eh… se os ha pasado el enfado, y aquel de los dos que cree que tiene la razón le tiene que decir al otro: “Perdóname, porque verdaderamente soy impaciente, y te quiero con toda mi alma…” Y os dais un buen abrazo, hacéis las paces, unas paces muy sabrosas.
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